La temporada de pesca de la langosta, que empezó el 1 de abril y finalizó el pasado jueves 31 de agosto, concluye en Menorca con un descenso del 16 por ciento en las capturas, ya que se han pesado 3.283 kilogramos menos del preciado crustáceo en las tres cofradías de la Isla. En total se han pescado 17.382 kilogramos este año frente a los 20.665 de 2022, un descenso que en algunos casos se debe a que han salido menos embarcaciones y en otros, se achaca a la nueva restricción de las horas de calado de las redes o trasmallos, que se ha reducido de 48 a 24 horas.
La Cofradía de Maó es la que menos langosta registra, 1.854 kilogramos, mientras que la temporada pasada fueron 2.064, una ligera bajada de 210 kilogramos. «Ha sido una temporada más bien floja, según en qué fondos trabajas se necesita mayor tiempo de calado, dos noches», explica el patrón mayor, Martí Mata. Además en Maó hay menos embarcaciones dedicadas a la langosta que en otros puertos pequeros, como máximo son ocho barcos.
En Ciutadella la Cofradía ha pesado un total de 8.300 kilogramos, 1.200 menos que el año pasado cuando se capturaron ejemplares por un peso de 9.500 kilogramos. El patrón mayor Xavier Marquès atribuye el descenso a que ha habido dos barcos que no han salido, y con un promedio de 600 kilogramos de capturas por embarcación, eso explicaría la diferencia de poco más de una tonelada en el registro total. La línea es estable, la temporada ha transcurrido dentro de la normalidad, señalan desde la Cofradía de Ponent, donde tienen 17 embarcaciones de artes menores asociadas, aunque no todas se dedican a esta especie.
Los pescadores de langosta de Fornells han capturado esta temporada 7.228 kilogramos, cifra que también es más baja que la de 2022, cuando se pesaron 9.101 kilogramos de langosta. Aquí el descenso es más acusado, de casi dos toneladas. Para explicar los motivos desde la Cofradía del núcleo norteño también señalan el recorte en el tiempo de calado. Es una medida que busca evitar que se malogren capturas de otras especies valiosas pero que afecta a la rentabilidad de las barcas que se dedican a la langosta, uno de los productos estrella de la gastronomía menorquina y que habitualmente no cubre la demanda que genera la restauración.