Kristina afirma convencida que «la chaqueta de 150 euros y la de 30 calientan de la misma manera y el teléfono de 1.000 y 200 euros realizan las mismas funciones» para concluir que «la felicidad no se puede comprar, se puede crear, y creo que lo logramos».
Tras llegar a Menorca con sus dos hijas, en verano de 2022 se enamoró en la Isla de Francesco, con quien espera un hijo que alumbrará en mayo. «Aún no ha nacido y ya le esperan y quieren muchísimas personas», se alegra.