Omar Lora Goñalons es terapeuta y entre sus servicios se incluyen la impartición de talleres y charlas en colegios e institutos de Menorca. En ellos trata temas como las adicciones, ya sea al tabaco, al alcohol o bien a la comida, el gimnasio, las pantallas o las compras. Incluso, también a las bebidas energéticas. «Alguna vez he ido a impartir algún taller a las ocho de la mañana y he visto a chavales de primero de la ESO tomando bebidas energéticas en la entrada. Con 11 o 12 años tomarte esto tan bestia a esa hora...», cuenta Lora impactado.
La realidad es que la mitad de los jóvenes de entre 14 y 18 años de Balears consumen este tipo de bebidas de forma habitual. Por otro lado, en los últimos 30 días un 22,8 por ciento de los estudiantes baleares ha combinado el alcohol con las bebidas hipertónicas, superando así el 19,5 por ciento que marca la media nacional, según la última edición de Estudes, la encuesta sobre uso de drogas en la enseñanza secundaria en Balears. Financiada por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, esta se realiza cada dos años y la de este 2024 es la primera que incluye el consumo de bebidas estimulantes.
Consumo desaconsejado
La especialista en Medicina Familiar, Elena Muñoz Seco, advierte de los perjuicios que implica el consumo de bebidas energizantes entre los adolescentes, que suele tener dos fines: lúdico, en el que a veces se mezcla con alcohol u otras drogas, o bien académico para permanecer activo durante la época de exámenes.
Su uso excesivo puede llegar a producir «taquicardia o hipertensión». «Lo consume gente joven que en teoría está sana, pero podrían llegar a tener algún tipo de malformación cardíaca. Por ejemplo, una válvula», señala. Por su parte, el médico de familia Mateu Seguí añade que la ingesta de forma duradera en el tiempo de estas bebidas neurotizantes implica una ingesta de azúcares en «dosis tóxicas».
Esto se debe a que contienen altas cantidades de cafeína, taurina y otras sustancias como ginseng, carnitina o guaraná que incrementan las posibilidades de padecer arritmias. Para hacerse una idea, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria limita a 3 miligramos por kilo de persona la ingesta segura de cafeína. Por tanto, si un adolescente que ronda los 50 kilos se toma una lata de 500 mililitros, ya está ingiriendo 160 miligramos, diez más que la cantidad recomendada para él. Ocurre lo mismo con los azúcares, habiendo hasta 240 kilocalorías o 12 cucharaditas en cada envase de 500 mililitros, por lo que estas bebidas cada vez más en auge también están ligadas a la obesidad, la diabetes, la mortalidad o el cáncer.
Presión social
En palabras del terapeuta Omar Lora, las bebidas energéticas se han convertido en «un sucedáneo del alcohol» al que los adolescentes pueden acceder muy fácilmente y a través del cual intentan «evadirse de la realidad y la angustia». «Les están lanzando el mensaje de que pueden ser lo que quieran en la vida, pero están viendo lo que pasa en el mundo: crisis energética, climática, económica, guerras... Entonces buscan el equilibrio con este sustitutivo», explica el terapeuta.
Es por ello que esto también se traslada al uso académico, originado por la «gran exigencia» de sacar buenas notas. Para tratar estas adicciones, Lora piensa que es «primordial» que los padres acudan a terapia: «La adicción del hijo tiene que ver con ellos. Este se ve en una situación de desamparo y definitivamente hay algo que no se está atendiendo», concluye.
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