Sobre un centenar de personas participó en la mañana de este sábado en Alaior en la concentración convocada para protestar y exigir una solución a la coyuntura, dramática, que están viviendo las 60 familias o inquilinos que residen en el edificio de la Avinguda Verge del Toro que se encuentra en proceso de subasta, en virtud de una resolución judicial después de que la promotora titular del inmueble quebrara con una deuda superior a los doce millones de euros (incluidos intereses).
Los manifestantes, de forma pacífica, ocuparon con tiendas de campaña, mesas, sillas, pancartas, altavoces e incluso tendederos de ropa la mayor parte de la zona de la acera que linda con el IES Josep Miquel Guardia –y el edificio en riesgo–, que fue el centro neurálgico de la ‘mani’. Al otro lado de la calle también se advirtió presencia de gente que secundó una protesta que además de reclamar que se arregle esta situación concreta, demandan una política de vivienda acorde a las necesidades de la gente.
Pero, lógicamente, fue la evidente amenaza de desahucio que se cierne sobre más de medio centenar de vecinos de Alaior el foco que acaparó una manifestación que se prolongó alrededor de tres horas.
Y si bien existe relativa confianza en que la Sareb pueda surgir como tabla de salvación y sea capaz de mostrarse hegemónica en una puja abierta al mejor postor que finaliza el próximo 6 de octubre (lo que no pocos residentes ponen en cuestión), la angustia y la desesperación se palpó en el ambiente.
Situación de vulnerabilidad
En ese orden, varios vecinos y vecinas consultados insistieron en la necesidad de que el Ayuntamiento de Alaior «certifique» que la totalidad de residentes de la finca «somos gente en situación de vulnerabilidad», explicó Rosa Juanico, incluso en ciertos casos o perfiles que no encajarían dentro de ese concepto en función de los baremos de la Administración, «pues de verme en la calle, con casi 60 años y viviendo sola, no podré hacer frente a un alquiler, tal y como está el mercado inmobiliario en la actualidad», comentó otra de las afectadas, con semblante triste, acompañada de amigas y amigos que acudieron a prestarle apoyo, pero que prefirió no revelar su nombre.
«Son muchos días de angustia, los nervios están a flor de piel», anotó por su parte Carlota, otra vecina en riesgo de desalojo, que hizo alusión a la ‘opción Sareb’. «Sí, se dice que irá a la puja, pero ni garantiza que se lo vaya a quedar todo, ni en ningún caso es la panacea. Además, la Sareb está mal informada, pues dice que aquí no hay gente en situación de vulnerabilidad… si nos vamos a la calle, todos seremos vulnerables habitacionales», añadió esta vecina, que al margen no negó su «satisfacción» por la respuesta social a una concentración que vino a escenificar un «problema que está sucediendo en todas partes, no solo aquí».
Rosa, de la Plataforma per l’Habitatge, refirió a que esto «se podía haber solucionado» hace seis meses, y que si no ha sido así se debe a que «el Ayuntamiento de Alaior no ha querido seguir los pasos que le sugerimos». Asimismo, reconoció «no» vislumbrar una solución satisfactoria «a una situación dramática».
Sin alternativas
«Lo vemos muy negro, son 60 familias y el edificio es una ‘perita en dulce’, pues los vecinos han hecho un gran mantenimiento, está muy cuidado… la Administración no ha querido solucionarlo y no sé donde irá esta gente, pues no hay vivienda, no en Alaior, sino en toda la Isla», abundó esta representante de Plataforma per l'Habitatge.
«Los políticos no nos dan ninguna alternativa, se pasan la pelota unos a otros y nadie hace nada, estamos desesperados y sin ninguna visión de futuro por una situación injusta, que no hemos buscado; yo pago mi alquiler, no soy ocupa y mi contrato es legal, jamás en la vida pensé que me tocaría vivir algo así. Y ojalá hubiese alguna alternativa, otro alquiler, lo último que querría es estar aquí, en la calle, protestando...», observó, muy frustrada, otra de las personas en riesgo de quedarse sin casa.
Y es que fue ese el cariz en que se orientaron la inmensa mayoría de voces presentes en el acto. Impotencia, sensación de estar desasistidos y la conciencia de que se está jugando con algo tan esencial para el ser humano como es el hogar, «la base para construir o poder tener un futuro».
Jo també en vui un de pis baratet d’aquets a Lô.