Afirma el historiador colaborador Emili Pons que "l'illa de Malta, que té estat propi perquè és independent, ja se'n cuida prou de tenir un bon servei de transport". En la cuestión del transporte, que hoy se llama conectividad, no podemos comparar Menorca con Malta.
El principal motivo, y también el causante de las dificultades para entrar y salir de la Isla, consiste en la falta de masa crítica: 96.620 menorquines censados, lo que no significa necesariamente residentes, frente a los 493.559 de Malta, que no es una isla, sino un archipiélago con once islas y una densidad de población de 1.300 habitantes/km2, uno de los índices más altos de la UE, dado que su superficie terrestre es de sólo 316 kilómetros cuadrados.
Si aplicásemos esta misma densidad a Menorca, nuestros 695 kilómetros cuadrados acogerían a 903.500 habitantes, lo que choca con el modelo de alta protección y decrecimiento que se viene aplicando. Además, Menorca no es ultraperiférica, como son las Canarias. Sostiene, con razón, el analista Marc González que "desde siempre la comunidad canaria ha recibido un trato más benévolo por parte del poder central, en tanto que Balears viene siendo despreciada sistemáticamente".
El tercer gran drama de Menorca, además de la falta de masa crítica y de no ser isla afortunada-ultraperiférica como el archipiélago atlántico, consiste en una severa dependencia política y administrativa de Mallorca. Cualquier iniciativa local es automáticamente cortocircuitada, boicoteada o copiada descaradamente desde la balear mayor.
No podemos aspirar a ser una segunda Malta, pero reivindiquemos -y nuestra singularidad como Reserva de Biosfera lo justifica, sin que pueda imitarlo Mallorca- un régimen especial específico para Menorca, recuperando la antigua exigencia del puerto franco.
Y, al mismo tiempo, un sistema fiscal propio. Gestión directa con Madrid y Bruselas, sin la injerencia mallorquina.