Simón Vidal, valenciano de padre menorquín y muy vinculado a la Isla, ha participado en la Flotilla Global Sumud capitaneando el «Sirius», uno de los barcos del convoy humanitario. Le cuesta empezar a hablar sobre todo lo que ha vivido, pero cuando arranca ya no para. «Nos interceptaron de manera ilegal en aguas internacionales, a unas 50 millas de la costa de Gaza y bloquearon todos los sistemas electrónicos del barco, nos dejaron sin gobierno y sin luz. Ni siquiera funcionaban los frontales. Fue un apagón total», recuerda.
Ex capitán del barco de rescate humanitario «Aita Mari» y con una amplia experiencia en el mar, Vidal relata cómo un buque militar israelí se cruzó peligrosamente frente a la proa y, tras varios intentos, soldados armados abordaron la nave. «Destrozaron cámaras, antenas, todo. Nos obligaron a permanecer toda la noche en cubierta, sentados, con los chalecos puestos. Hacía frío, no podíamos movernos», revive. Sin embargo, con la salida del sol los metieron dentro del barco con los chalecos puestos y entonces el calor se volvió insoportable.
Ya en puerto israelí, el trato se volvió todavía más violento. «Nos bajaron a empujones, y nos pusieron con la cara en el suelo y las manos en la espalda atadas con bridas. Si levantabas la cabeza, te golpeaban. Nos gritaban, nos llamaban terroristas», rememora.
Golpes y robos
Vidal también narra los interrogatorios y los registros a los que fueron sometidos. «Nos desnudaron, nos robaron pertenencias y falsificaron firmas para justificar la confiscación de los barcos. A los capitanes nos querían hacer firmar documentos donde decían que habíamos entrado voluntariamente en aguas israelíes. Por supuesto, me negué», enfatiza.
Los malos tratos continuaron también en prisión, en lo que Vidal califica como «torturas con técnicas sibilinas». «Nos privaron de sueño y de agua. Tuvimos que beber de un grifo del baño, sin saber si el agua era potable. No nos permitieron ver a abogados ni saber qué hora era. Estuve tres días encerrado sin salir de la celda. Nos golpeaban en lugares donde no dejan marca: en los costados, en la nuca, o nos torcían el brazo», detalla. Desde el momento de su intercepción, Vidal se declaró en huelga de hambre, por lo que pasó cinco días sin comer.
Pese a todo, considera que la travesía de la Flotilla ha servido para remover conciencias y como «factor de cambio» en todo el mundo. «No hemos podido abrir el corredor humanitario, pero ahora sí que tenemos la fuerza ciudadana para seguir presionando a los gobiernos y forzarlos a que sean ellos los que, con sus recursos militares, sociales y económicos, abran un corredor estable», concluye.
mas de lo mismo, tu, el resto de la flotilla y todos los manifestantes propalestinos, ahora es cuando tenéis que ir todos para allá , ahora que ya no hay bombas se necesitan todas vuestras manos fuertes y expertas para reconstruir gaza , vamos animo,....me da que no ???