Una mirada limpia corona un rostro alargado que no brilla pero sí esboza sonrisas, las justas. Tiene motivos para ello. Claro que los tiene. Vive, y sabe que la mayoría de los que han pasado por ese mismo trance están hoy rodeados de cipreses o en una silla de ruedas. Es el guardia civil del Destacamento de Tráfico de Menorca, David González Muñoz, de 46 años, a quien un conductor bebido, temerario, aproximó a la muerte en el kilómetro 26 de la carretera general, a su paso por Ferreries el 23 de diciembre de 2022. Natural de un pueblo de Toledo, Navalcán, el agente ha decidido, por ahora, fijar su residencia en la Isla, en Es Castell, pese a su invalidez permanente por la parálisis de su brazo derecho, la secuela más visible de aquel accidente, aunque las interiores también le acechan, las psíquicas y las físicas por dolores crónicos.
Un mes en coma, tres meses y medio internado entre ‘Son Espases’ y ‘Sant Joan de Déu’, seis operaciones y una rehabilitación en la que sigue inmerso es mucho tiempo. Sereno, no ha necesitado el deporte como le sucedió a Nil Riudavets, con la misma parálisis en su extremidad, para reengancharse a la vida pese a que ya no puede trabajar. «Estoy en la cama y me digo, ¡qué lujo poder mover los dedos de los pies sabiendo que no puedo mover el brazo derecho!», reflexiona.
El pasado jueves en el juicio en Maó revivió lo que no ha vivido, y se encontró con el conductor por primera vez, porque asegura que no recuerda «absolutamente nada» del día de marras, aquel en que un hombre alcohólico al volante invadió el carril contrario y le arrolló a él y a su moto del Instituto Armado.
La sentencia ha condenado al conductor a tres años de prisión, que no cumplirá, porque estaba y sigue en tratamiento contra la adicción al alcohol. ¿Qué le parece?
—Injusta. No me parece bien porque una persona no puede conducir estando bebida. La ley dice que la pena máxima son tres años y por ese lado la sentencia se entiende, pero han buscado el recoveco legal de que estaba en tratamiento para eludir la prisión, es como una eximente. Pero ese día en realidad él salió a matar porque no puedes conducir así. De hecho ya he oído otros testigos que se tuvieron que apartar, si no les habría arrollado antes a ellos. Entonces el que sale a conducir bebido es como el que sale con una pistola. En España el delito de tráfico no está penado. Vas a la cárcel por vender droga pero no por matar a alguien en la carretera.
¿Pero usted aceptó el acuerdo para el fallo judicial y la indemnización, de más de 500 mil euros?
—Sí, porque si hubiésemos tenido que celebrar el juicio completo posiblemente no le hubiesen puesto ni la pena de 3 años, habrían sido dos años y un día y no hubiese entrado en prisión. Al menos así tiene la pena privativa de conducir.
¿Ha llegado a conocerle?, ¿se puso en contacto con usted o su familia?
—No. Solo le vi el día del juicio.
¿Tuvo alguna sensación cuando le vio, rabia, rencor...?
—No, nada. No recuerdo nada de ese día y el pasado ya no se puede cambiar.
¿Porcentualmente compensa algo lo que ha cobrado de indemnización?
—¿Cuánto vale tu brazo?, ¿cuál es el precio? El mío no tiene precio, por tanto me da igual que me den un euro o 20 millones de euros. El brazo va a seguir estando igual y mi vida va a ser la misma. No hay nada que compense esto.
El agente, en Fornells, durante una jornada de servicio anterior
¿No recuerda nada?
—No, solo que al día siguiente me iba para mi pueblo a pasar las Navidades, pero es que de ese día no sé ni lo que hice. Me dijeron que estábamos yendo hacia Maó para dejar las motos, porque por normativa, de noche no las usamos, y tomar el coche.
¿Y cuándo tomó conciencia?
—A medida que iba saliendo del coma, el médico me iba diciendo: «Ha tenido usted un accidente de moto y está en ‘Son Espases’». Yo le oía decir eso y no entendía nada, Son Espases me sonaba a Valencia. Cuando me fueron reduciendo la sedación, mis padres y mi mujer me fueron diciendo, pero no hay un momento exacto en que me enterara. Me decían que tenía que adaptarme, perdí 20 kilos.
¿Cómo supo que perdía el brazo?
—Siempre me daban esperanza. Fui a la clínica Teknon, en Barcelona, por mi cuenta. Me hicieron una resonancia de contraste y se ve claro que los nervios están arrancados de la médula. Ni siquiera me querían operar, pero el médico, cuya madre es menorquina, a los 15 días me dijo que iba a un congreso de microcirugía a México y expuso mi caso. Le dieron la opción de probar con los nervios intercostales y enhebrarlos al brazo para tener un movimiento mínimo. Me operaron pero no hubo forma.
¿Es más difícil la recuperación psicológica que la física?
—Yo he tenido y tengo mis días, y es complicado hasta que te acostumbras porque la cabeza al final puede más que el cuerpo. Te ves impedido, tengo dolores, pero la cabeza tira hacia adelante.
¿Qué o quién más le ha empujado hacia arriba?
—Mi mujer, aunque por desgracia ya no estoy con ella, pero no fue por el accidente sino por cuestiones de pareja y nos seguimos llevando bien. Ella era como mi faro. Yo me levantaba cada día y mi objetivo era cómo podía hacerla feliz. Su apoyo es como una deuda que tienes ahí, aunque sea cariño y amor. Tener su apoyo incondicional tal y como estaba... A mí me tenían que hacer todo, levantar, duchar. Llevé bolsa un buen tiempo y era ella quien la vaciaba y la cambiaba porque yo con una mano sola no puedo hacerlo, la que estaba siempre ahí era ella. Cada día te despiertas hay que tener una ilusión y la mía era cómo hacerla feliz a ella.
¿Y cuál es su ilusión ahora?
—Cada día que me levanto es un regalo. El accidente era para haberme muerto y dentro de eso, haber perdido el brazo es lo menos malo viendo las fotos de cómo quedé yo y la moto. La gente me ve y se sorprende pero las lesiones graves son las internas, riñón, hígado, el intestino perforado...
¿Por qué entró en el destacamento de Tráfico de la Guardia Civil?
—Siempre me han gustado las motos, he tenido vespino, moto de montaña, de carretera pero ahora ya no. Yo entré primero en el Ejército para hacer la mili, en la brigada paracaidista y desde ahí ingresé en la Guardia Civil, en 2002, porque siempre me había llamado la atención y siendo soldado ya tenía más puntos para entrar.
Un guardia civil asume la profesión de riesgo, y más si su servicio es en moto...
—Dentro del cuerpo donde hay más siniestros es con los motoristas. Es un riesgo y lo sabes pero lo haces por vocación y porque te gusta.
¿Qué es lo que más echa en falta de su primera vida?
—Me ha cambiado tan radical... digamos que me ha perjudicado en el tema físico, pero en la mente he ganado exponencialmente. Tengo un dolor permanente en el brazo pero si estoy hablando, estoy entretenido, es como que la mente desconecta. Estoy jodido, no lo vamos a negar, pero mentalmente he ganado y aspiro a estar bien como estaba antes, porque aunque exteriormente me vea bien, por dentro no lo estoy.
¿Ha vuelto a montarse en una motocicleta?
—Como paquete, sí, para ver si tenía algún trauma, y no lo tengo porque no recuerdo nada.
¿Echa de menos la Guardia Civil, recorrer la Isla trabajando en moto?
—No echo de menos la moto. Como ya lo he vivido y he tenido moto toda la vida, ya ha pasado. Sí añoro la Guardia Civil, voy al cuartel de vez en cuando, estoy en contacto con los compañeros, voy a las cenas que hacen...
Usted sabe mucho de electrónica de automóviles. ¿Va a redirigir su vida por ahí?
—Es que tampoco me lo planteo, no miro más allá, no veo el futuro. Ahora estoy aquí, y tengo a mi hermana que también vive en Menorca, y todos los meses voy a ver a mis padres a Navalcán (Toledo). Mi vida la pienso hasta Navidad, que es cuando voy para allá. De ahí para adelante no lo sé. ¿La electrónica?, con una mano es muy complicado.
Las personas que pasan por su experiencia vuelven a nacer. ¿Tienen, quizás, más miedo a la vida que a la muerte desde entonces?
—Ahora valoramos más las cosas. Dicen que ya no tienes peligro o miedo a la muerte, pero lo que tienes es miedo a no vivir, a irte y morir sin haber vivido. Ese es el miedo que tengo ahora porque tengo que hacer muchas cosas y me tengo que espabilar. Muchas veces estoy en el balcón de mi casa, en Es Castell, y solo respirar el olorcito a humedad y al mar lo disfruto como nunca cuando antes ni me paraba a pensarlo.
Agustina de Aragón👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏼👏🏻👏🏼👏🏼👏🏽👏🏼👏🏽👏🏻👏🏻