El tratamiento que se da a los restos de animales de compañía en el Área de Gestión de Residuos de Milà ha provocado indignación entre los dueños que se han decidido a llevar ellos mismos el cadáver de sus mascotas hasta el recinto para su incineración. «Nosotros llevamos a nuestro gato envuelto en una toalla. Nos hicieron pasar a una sala. El olor era insoportable. Le entregamos el animal a un operario, que lo tiró encima de un montón de restos de animales tapados con una lona. Si lo hubiéramos sabido no lo hubiéramos llevado y lo hubiéramos enterrado nosotros. Fue horroroso y una pena».
Es el testimonio que ha recogido este diario de una mujer a la que no se le olvidará la experiencia. La mayor parte de los dueños no tienen que vivirla ya que, si no pueden o no quieren enterrar ellos mismos a sus mascotas, delegan el trámite en las clínicas veterinarias, que obviamente se ven obligadas a cobrar por el servicio, (casi un euro por kilo) y a comunicar a los numerosos clientes que lo demandan que en Milà es imposible recuperar las cenizas de sus animales en una urna.